La muerte de William

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Cualquier día al sur la vida vale tan poco.

6/12/2022

Cualquier día al sur la vida vale tan poco.

Es lunes cinco de diciembre, aún no ha amanecido y en la radio te despierta la noticia de un suceso mortal cerca de tu casa, otra vez la alarma de los titulares, piensas, otra vez la muerte, sientes, asoma en un rincón próximo. Un joven de 15 años muere a tiros, un niño. El infierno no anda lejos.

No importa si William era o no de una banda juvenil o solo un objetivo, una diana fácil en un juego macabro, lo que importa es que esas bandas existan y sean el refugio de chavales sin arraigo, sin identidad, sin futuro.

Un día sucede en Villaverde Alto, otro en Villaverde Bajo, otro en Usera, cualquier barrio de este sur vaciadero puede ser el escenario en el que más allá de las armas, los jóvenes deambulan por las calles cargados de desesperación. 

Señores gobernantes de este desgobierno de la ciudad, vengan a ver lo que no quieren ver: esas bandas o agrupaciones juveniles, como quieran llamarlas, son terribles por todo lo que comportan y en donde se apoyan. En la fragilidad de jóvenes desarraigados, que ven a sus madres, sus familias, salir temprano y llegar tarde de trabajar, viviendo con lo justo, pasando tanto y tanto tiempo solos, sin referentes positivos, sin adultos responsables de ellos, sin nadie que les cuide. Son estos jóvenes, a menudo, los utilizados por adultos sin escrúpulos para hacer su negocio quedando al margen de los riesgos. 

Miren al sur, miren de cerca lo que pasa aquí, señores desgobernantes: la droga está de vuelta en Madrid y en Villaverde, otra vez, campea de forma descontrolada y sin pudor por las calles.

Sepan de primera mano cómo es el tormento de vivir en un damero maldito descubriendo un narcopiso, y otro y otro más o que una entidad social situada en el polígono de Villaverde sufra ataques a sus trabajadoras o intentos de entrar en el recinto, no en vano hay un poblado de droga en su entorno, que se desmantela y publicita hoy, pero que regresa al día siguiente.

Personas destruidas bajo el efecto del crack y la heroína, las drogas de los 80, que ahora retornan en otros cuerpos y amenazan a otras nuevas generaciones. Si, una desgracia que se lleva al que la consume, al que mercadea bajo unas siglas y otras. Y a todo un barrio que se ve abocado al miedo, la desidia y la desesperanza. 

Escuchen, aprendan cuánto de necesario es plantear políticas públicas con impacto social. Ya no basta sólo con recuperar la sanidad pública sino fortalecerla y desarrollar programas antidroga que llevan años desaparecidos. Se necesitan políticas de infancia y juventud que no estén delegadas a ONG´s (que le ponen voluntad a la más absoluta falta de recursos). Políticas inclusivas, integradoras. Las que ustedes no hacen.

Sepan, que suyo que es el abandono la desidia, la impiedad nuestra de cada día, y nuestro será el brote de rechazo al inmigrante, al otro, de los que tienen miedo a ser aún más vulnerables. Nuestra, esa desigualdad que cala hasta los huesos y desdibuja un destino digno y la injusticia social escrita en el territorio. Suya la responsabilidad de no hacer nunca nada, de dejar que esto suceda sin evitarlo, sin remediarlo siquiera.  

¿Cuántos jóvenes, como William y su compañero herido, tienen que perder la vida y cuántas familias acabar destrozadas para que un hecho así no sea noticiable sino una realidad a la que dar respuesta.? 

Regenerar Villaverde, el sur, para regenerar Madrid. 

Si, como siempre, seguimos en el desamparo.

Plataforma Nave Boetticher

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