La Nave: equipamiento público o fortaleza

Los espacios del común, se han caracterizado en la ciudad por su apertura transparencia y fomento del uso público. Es cierto que determinados equipamientos comunes, como los culturales, tienen a veces ciertos requisitos de acceso y control como las tarjetas de las bibliotecas, pero en general estos espacios tienden a la apertura, a convocar a los ciudadanos a entrar y usarlos como suyos que son, y por eso suelen disponer su acceso con amplias entradas más o menos simbólicas y señalizaciones claras.
Nada de esto ocurre en la Nave Boetticher. La Nave aparece a los ojos de quien recorra las vías que la rodean como un búnker. Sin nada que indique a qué se dedica el imponente edificio: ni un cartel, ni un símbolo, ninguna indicación. Semeja una fortaleza cercada por una valla (multicolor eso sí) a la que es necesario aproximarse mucho para averiguar cómo encontrar un hueco entre los barrotes para acceder.
Claro, las personas avisadas ya saben por donde se entra e incluso a veces pueden quedar en el despojado espacio que sirve de antesala para citarse con otras personas más desorientadas. Pero el hecho es que La Nave Boetticher es un espacio del común de Villaverde, rescatado por la presión continuada de los vecinos para salvarlo de la demolición tras la debacle de la reconversión industrial. Un espacio en gran medida propio que los vecinos comparten con gusto con el resto de la ciudad y más allá, pero que paradójicamente no tiene un acceso fácil para los vecinos, y cuyas actividades son en gran medida ajenas al distrito.
De ahí que cada vez que gentes de la Plataforma Nave Boetticher, a través de sus actividades, invitan a personas o colectivos a usarla todos sin excepción manifiestan su asombro y su gozo por poder utilizar este espacio, cuya existencia y función muchas veces desconocían.
Curiosamente, el espacio se llena habitualmente de eventos, no pocas veces privados, convirtiéndose en una especie de feria de muestras cuyo impacto en el distrito se mire por donde se mire es nulo.
Pero no acaba aquí la cosa. Las medidas de seguridad, mal diseñadas y peor gestionadas por los responsables prácticos de la gestión diaria (una empresa privada recordemos cuya movilidad de personal en este trabajo es al menos sorprendente, lo que de nuevo dificulta sobremanera las gestiones corrientes) dificultan enormemente el acceso. Un ejemplo puede ser que a pesar de que la Plataforma es un usuario habitual y comunica sistemática y reiteradamente sus actos y las personas que asisten, a menudo se producen errores y confusiones y en ocasiones es necesario anular actos esforzadamente convocados.
La Plataforma Nave Boetticher ha insistido repetidas veces en este problema de apertura al distrito y de una gestión más fácil y eficaz de accesos y reuniones. En concreto hemos propuesto:

  • Jerarquizar el espacio en función de su nivel de seguridad, creando espacios de acceso libre, por ejemplo el vestíbulo de acceso o determinados espacios al aire libre, y otros con diferentes niveles de seguridad según el uso, lo cual resultaría sencillo por medio del uso de tarjetas electrónicas.
  • Dentro de estos espacios específicos la Nave debiera contar con un aula equipada al servicio de las experiencias que ya están siendo implementadas por la Plataforma en colaboración con diversas instituciones y colectivos
  • Crear un acceso visible a la Nave, señalizado con carteles, banderolas o similar
  • Crear paneles informativos en el vestíbulo de acceso libre con la historia de la Nave, sus objetivos y campo de actuación.
  • Fomentar el acercamiento a la Nave en el distrito con campañas informativas y visitas guiadas

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